Cómo aprendemos a mentir

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La [Mentira] está íntimamente ligada a la naturaleza humana y animal. En la selva, las especies engañan con el fin de atacar o sobrevivir. Por su parte, los seres humanos mienten cuando incurren en un intento deliberado, exitoso o no, de ocultar, generar y/o manipular de algún modo información factual y/o emocional, por medios verbales y/o no verbales con el fin de crear o mantener en otra(s) persona(s) una creencia que el emisor considera falsa ([Masip], 2004).

La mentira en nuestro entorno es algo normal (Feldman, R. 2011). Usualmente, las personas mienten porque creen que obtienen una ventaja al decirla. Sin embargo, esta no nace; se hace; se aprende. Para concebirla los emisores han sopesado distintas alternativas antes de construir los argumentos falsos y proceder al engaño; pero ¿cómo han aprendido a mentir?

Aclarar este tema ayuda a una mejor comprensión de casi todos los ámbitos en los que se desenvuelve el ser humano. El análisis de un contexto como si no existiera la mentira resulta demasiado simplista y la profundización de un tema de interacción social sin tener claro cómo coexiste el hombre con la simulación y el engaño puede resultar incompleto.



"Quien dice que no ha mentido nunca está incurriendo en ella. La mentira es la más humana de nuestras posibilidades y nadie que se precie de pertenecer a la especie ha dejado de usarla." ( Moreschi, G. 2009)




Contenido

Desarrollo evolutivo de la mentira

La [Mentira] es una función ejecutiva que se adquiere durante los primeros años de vida.

En las primeras semanas de vida, el bebé logra captar la atención de la madre a través del llanto. Cuando descubre la relación entre llorar y llamar la atención, la acción pasa del instinto a la manipulación.

Durante los primeros años, no existe conciencia entre realidad y fantasía. Cuando aprende a hablar y fantasea no concibe la mentira porque no tiene la intención de engañar ni la conciencia de la diferencia entre la verdad y la idea creada.

Entre los 2 y los 6 años, el niño imita a figuras adultas con las que se siente identificadas y empieza a formar su auto-concepto. Para ello incurre en la imaginación y en los relatos simbólicos que trascienden el campo de la realidad.

A partir de los 3 años de edad, el ingenio desbordado provoca una etapa de fabulación, por lo que en algunos niños surge la figura de un compañero de juegos o un amigo imaginario.

Alrededor de los 4 años, a medida que va fortaleciendo su lenguaje y su expresión verbal, también va descubriendo los alcances de la imaginación. Cuando discierne la realidad, distingue la mentira. Descubre que puede inventar argumentos para que los otros le crean, aunque en ese momento su limitado conocimiento aplicado a una mentira elemental le impide distinguir si está logrando su objetivo.

El juego y el arte teatral le proporcionan multitud de capacidades; entre ellas, la creación de ideas ajenas a la realidad y el control de algunas expresiones faciales. Ya sea por imitación o por aprendizaje propio, el niño va descubriendo que la mentira es una estrategia que le proporciona “ventajas”: genera bienestar y la aprobación de los adultos, evita castigos, llama la atención, protege la autoestima, satisface intereses, contribuye a la convivencia social o constituye un compensador de situaciones frustrantes.

El niño fortalece su capacidad de engaño a medida que desarrolla sus procesos neurocognitivos y sus capacidades intelectuales y verbales. Poco a poco va aprendiendo a planear, a programar y a ejecutar la mentira.

A los 5 años, el niño es capaz de controlar ciertas emociones. Ha desarrollado los tres prerrequisitos de la mentira (Vasek, 1986): (a) ponerse en el lugar del otro, (b)tener la capacidad comunicativa y (c) poder comprender la intencionalidad. Tiene la capacidad de generar empatía, de imaginar lo que la otra persona está pensando y de planificar en relación a una situación en particular: qué, cómo y cuándo decir.

La capacidad de engaño se fortalece aún más en la etapa de adolescencia, cuando los jóvenes han desarrollado mejores funciones mentales; un manejo emocional más controlado; una mayor fluidez verbal, y una construcción de relatos falsos más perfeccionada ([Ekman], 1999).

La maduración cerebral llega a su apogeo en la adolescencia; se considera que en ese entonces un joven cuenta con la misma capacidad de mentir que un adulto.

La situación ha penetrado todas las capas de la sociedad. Las investigaciones de conversaciones entre extraños realizadas por Robert Feldman, demostraron que una persona suele mentir hasta 3 veces en un diálogo de 10 minutos (Feldman, R. 2011). Otros estudios en los que personas mantuvieron registros diarios de sus engaños, mostraron que una persona suele mentir un promedio de dos veces al día (DePaulo, B.M. et al. 1966).



“El hombre tiende a defenderse a sí mismo por encima de la defensa de la verdad.” (Escaja Miguel, A. 2012)



El aprendizaje de la mentira desde el punto de vista neurobiológico

Para comprender cómo aprendemos a mentir desde el punto de vista neurobiológico, es importante conocer los mecanismos que permiten intuir y sentir lo que las demás personas están sintiendo y pensando.

En la vida diaria de una persona, los estímulos llegan a las áreas sensoriales correspondientes, las que a su vez envían la información a la amígdala situada en el extremo inferior del hipocampo. En estos procesos cognitivos, las células llamadas “neuronas espejo” juegan un papel fundamental en la interacción social. Estas neuronas perceptivas son las que permiten a la persona “ponerse en el lugar mental del otro, aprendiendo no sólo del otro, sino a través del otro (Teoría de la Mente)” (García, 2008).

Esta capacidad se desarrolla desde las primeras semanas de vida y se va fortaleciendo a través del tiempo. Sin necesidad de ejecutar ni una sola acción, la persona simula dentro de su cerebro lo que observa en el exterior. Además de experimentar la empatía, la interpretación y la predicción de la conducta, comprende las intenciones de los demás y responde a las emociones que contempla.

De igual manera como este mecanismo sirve para comprender mejor a las personas y su mundo, también es utilizado para manipular y engañar. Permite “leer” al interlocutor en tiempo real, de tal forma que la conversación puede ser constantemente ajustada según la retroalimentación que observa el productor del engaño.

Esta dinámica neurobiológica ocurre en cualquier ámbito en el que un ser humano pueda ser influido por otro, como en una conversación familiar, una reunión de trabajo, la lectura de un libro, la observación de un evento deportivo o de una película, la asistencia a un mitin político o a un acto religioso e incluso en la intimidad.


La represión de la expresión de las emociones

La persona también adquiere otra aptitud relacionada con la simulación: aprende a reprimir la expresión de sus emociones. Esta práctica suele concentrarse en el rostro, uno de los centros de atención en un diálogo. Su destreza se origina en la infancia, cuando los padres le solicitan al niño “poner buena cara” ante situaciones o personas que quizás no le resultan agradables, como imitar una expresión de alegría cuando abre un regalo que no le gusta o saludar con una sonrisa al familiar que no quiere. A pesar de que puede verse traicionada por sus [microexpresiones de la mentira], la persona aprende a practicar semblantes que no son congruentes con sus verdaderas emociones. Desde posar para una fotografía o fingir que el tema de la conversación le resulta interesante; de esta manera aprende otra forma de mentir sobre sus sentimientos.

La persona también practica la simulación o el engaño con otros canales de expresión: los gestos, la voz, el contacto visual y el tacto. Esta competencia se perfecciona e internaliza en el transcurso de los años. A medida que la experiencia se consolida, los gestos van tomando un ritmo más natural, la voz tiembla menos, el contacto visual se lleva a cabo con la duración adecuada y el contacto físico no difiere mucho del “normal”.

Si el emisor aprende a aplicar la técnica Stanivlavsky, como sucede en las artes escénicas, la mentira puede llegar a un punto de no diferenciarse de la verdad, ya que las emociones se re-crean tal como si fueran reales y por lo tanto, se viven de la misma manera. Konstantin Stanislavsky, actor, director y pedagogo teatral decía que “nada puede ejecutarse, ni decirse, ni percibirse en el escenario sin haber pasado primero por el filtro de la sensación artística de la verdad” (1980).


Tipos de mentiras

La mentira no viene dentro de la carga genética de la persona. Es una manifestación lingüística que se aprende y se incorpora como parte de una estrategia de adaptación o interacción social según el perfil y el entorno de su vocero. Esta puede ir evolucionando en frecuencia, intensidad y tipo de engaño.

Según Paul Ekman (2005), quien miente aprende que puede mentir de varias maneras: puede optar por ocultar y/o falsear la información. En el primer caso se retiene la verdad sin necesidad de incurrir en ninguna declaración engañosa, mientras que en el segundo se presentan determinados hechos como si fueran reales. También puede despistar reconociendo la emoción verdadera pero mintiendo sobre su causa; puede admitir la verdad de una manera tan exagerada o irónica que el receptor no comprenda el mensaje; puede ocultar o admitir una parte de la realidad; evadir o simplemente decir la verdad pero de una forma que se dé a entender lo contrario.

La experiencia del mentiroso puede ir desarrollando los siguientes tipos de mentiras  :

Mentira infantil o seudomentira. Ocurren a temprana edad, sin ninguna malicia. No son consideradas como mentiras, sino como fantasías.

Mentira patológica o compulsiva. El niño aprende a incurrir en mentiras recurrentes. Se convierte en un hábito difícil de erradicar.

Mentira seudológica fantástica. La persona tiene un trastorno que le impide distinguir entre la realidad y la fantasía. Es su forma de huir de un pasado doloroso. Cree que lo que dice es cierto.

Mentira habitual: los niños que incurren frecuentemente en mentiras han experimentado “los beneficios” de las mismas en sus interacciones sociales. Según su interpretación, se sienten bien con ellos mismos: les previenen problemas o les mejoran determinada situaciones. Según Juárez López (2004), algunos aspectos comunes de los mentirosos recurrentes son “padres sobreprotectores, la rivalidad entre hermanos, las familias disfuncionales y el retraso mental”.

Desórdenes de mentira y control de impulsos: ocurren cuando las personas incurren en mentiras para alcanzar su meta de corto plazo. No pueden controlar su conducta ni medir sus alcances. Los padecen particularmente los apostadores, los cleptómanos y los compradores compulsivos.

Mentira delictiva: Es el caso de los antisociales que falsifican los hechos con una mala intención.


Conclusión

La mentira forma parte de la vida diaria de una persona y de una sociedad. Constituye un mecanismo mental y una estrategia de adaptación que se va aprendiendo en el transcurso de la niñez y la adolescencia, a medida que va desarrollando sus capacidades intelectuales y verbales.

La persona cuenta con una un mecanismo neurobiológico capaz de simular acciones en el cerebro, aún cuando solo sea una observadora en ese momento. Las neuronas espejo proveen la competencia de comprender los pensamientos y sentimientos de los demás. Son estas células las que proporcionan al interlocutor una retroalimentación en tiempo real, lo que le permite producir el engaño con mayor grado de asertividad.


Referencias

ARTÍCULOS

• Arrizabalaga, M. (2012) Las mentiras de los niños tienen madre y padre.

• DePaulo,B. et al. (2003). Cues to Deception. Psychological Bulletin, Vol.129, No.1, 74-118.

• Ekman, P. (2005). Cómo detectar mentiras. Una guía para utilizar en el trabajo, la política y la pareja. Paidós, pp. 401

• Feldman, R. (2010). Cuando mentimos. Las mentiras y lo que dicen de nosotros. Urano, pp. 320.

• Gálvez Restrepo, A. (2013) La Mentira: La mentira, los procesos neurocognitivos y el Contexto Jurídico. Repositorio digital Universidad CES.

• García, E. (2008). Neuropsicología y educación. De las neuronas espejo a la teoría de la mente. Revista de Psicología y Educación. Vol 1, 3, pág. 69-90

• Iacoboni, Marco. (2009) Las neuronas espejo: empatía, neuropolítica, autismo, imitación o de cómo entendemos a los otros. Katz Editores, Primera Edición. pp.272

• López, R. Comportamiento no Verbal. Más allá de la comunicación y el lenguaje. Pirámide, pp. 255.

• Molina Martin, S. (2010) ¿Mentira, simulación o engaño? Una perspectiva desde la adolescencia. Revista Española de Orientación y Psicopedagogía P. Vol.21, No.1, 109-120.

• Ortega González, M. (2010). Comportamiento Mentiroso: Un análisis conductual desde una perspectiva interconductual. Revista Electrónica de Psicología Iztacala Vol. 13 No. 1, 80-95.

• Stanislavsky, K. (1980). El Arte Escénico. Siglo Veintiuno Editores, pp.345

ENLACES EXTERNOS

• Documental “Cómo los niños aprenden a mentir” Parte 1, Parte 2 y Parte 3.

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