Falsa Memoria

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Concepto de falsa memoria

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Según Antonio Manzanero, la falsa memoria es aquello que recordamos y que en realidad no ocurrió, o que al menos no ocurrió tal y como nosotros recordamos. Casi siempre las falsas memorias tienen una base real, no están construidas sobre la nada, pero la memoria se deforma, se añaden detalles, nueva información; y el relato de los hechos es diferente a la realidad.

Podemos definir como falsa memoria la información aportada por un testigo en su declaración que no se corresponde con la realidad de los hechos, cuando esta información es introducida de forma no deliberada (y debido a inducción autogenerada o generada de forma externa en su recuerdo).

Con independencia de quién realice la declaración -víctima, sospechoso, denunciante, familiares, etcétera- al narrar elementos de un falso recuerdo, no hay intencionalidad de mentir, sino que lo narrado es lo que realmente se cree recordar. La mentira implica intencionalidad, ser consciente de estar aportando una información falsa. Al relatar una falsa memoria, la persona no es consciente de que su relato no se corresponde con la realidad. Esto es una limitación para los protocolos de análisis de credibilidad, como el SVA, que sólo discrimina la mentira (no discriminaría sueños, imaginaciones, falsas memorias…).

Nuestros recuerdos no son copias de la realidad, sino fragmentarios e incompletos; están influidos, además, por nuestra percepción e interpretación de los hechos. Cada vez que se recuerda un suceso la huella de memoria que lo representa se reconstruye: con cada recuperación se transforma el recuerdo y se añaden nuevos datos para completarlo, basados en nuestro conocimiento actual. La memoria es dinámica, está en continua transformación. Lo recordado son interpretaciones de los hechos, no la realidad tal cual es; a partir de conocimientos previos, nuestra experiencia, etcétera, cada recuerdo se va actualizando. Manzanero señala al respecto:

«la memoria tampoco es una cámara de vídeo, por lo tanto no se parece a ésta ni en objetividad, ni en perdurabilidad de la información almacenada y mucho menos en estabilidad de esa información, puesto que lo almacenado en nuestra memoria se encuentra en constante estado de actualización y por lo tanto de cambio y distorsión. Los recuerdos, además, no son reproducción de la realidad, sino reconstrucción a partir de información incompleta que guardamos de lo ocurrido».

Es muy difícil desmontar una falsa memoria, porque para el sujeto son recuerdos reales: dice Manzanero que «somos lo que recordamos» y «todos recordamos cosas que no sucedieron jamás». Un ejemplo sería cuando repasamos hechos con amigos o familiares y cada uno recuerda cosas distintas del mismo acontecimiento, diferentes versiones. Cuando se recuerda de forma colectiva, es posible darse cuenta de que estábamos equivocados si otra persona puede probar su versión de lo sucedido. Hemos ido reinterpretando con información de otras fuentes, incorporado relatos ajenos, imaginaciones o sueños. Escribe el autor mencionado: «El origen de las falsas memorias es muy variado. Así, pueden dar lugar a falsas memorias la información post-suceso, la simple imaginación, la reconstrucción del suceso, las recuperaciones múltiples, diferentes tipos de terapias (como la imaginación guiada) y distintos métodos de obtención de las declaraciones (como por ejemplo, la hipnosis). La toma de declaración, y en concreto las preguntas, es el procedimiento más peligroso por ser potencialmente generador de más falsas memorias».

Manzanero describe la memoria como un puzzle, cada pieza tiene que encajar en su posición original y a veces forzamos las piezas para que encajen, o nos faltan algunas. Cuando faltan piezas, se mezclan las de otros hechos vividos o la propia imaginación, a fin de dar coherencia y completar lagunas en los recuerdos.

Tipos de falsas memorias

Las falsas memorias o falsos recuerdos pueden diferir de la realidad en pequeños detalles, cambios, añadidos, o bien presentarse como auténticas modificaciones de los hechos realmente ocurridos, llegando a inventarse por completo. Manzanero hace la misma distinción de falsas memorias que Loftus y Davies:

• Memorias selectivas o fallos selectivos de la recuperación

• Memorias falsas sobre hechos no vividos

• Distorsiones o alteraciones de hechos vividos

A su vez, las fuentes generadoras de los fallos serían:

• Procesos inferenciales y esquemáticos

• Fuentes de información sesgada

Cuanto más débil es la huella de memoria, más susceptible es de ser influenciada. Según Manzanero, en entornos forenses se suele distinguir entre dos tipos de factores implicados en la distorsión de los recuerdos (los repasaremos en profundidad más adelante con Ovejero Bernal):

• Los factores dignos de estimación: son aquellos no controlables, pues pertenecen al momento en el que ocurrieron los hechos, pero sí debemos estimar en qué medida pueden estar influyendo. Pueden ser de dos tipos: características de los testigos (edad, estrés, capacidad perceptiva…) y características del delito (violencia, duración…).

• Los factores del sistema: son controlables y es preciso fijarse en ellos para controlar su influencia sobre los recuerdos: preguntas sesgadas, formato de la declaración, tiempo que se tarda en tomar declaración o número de veces que se pide que se cuenten los hechos. Así, un niño víctima de abuso infantil podría llegar a contar los hechos unas cincuenta veces y a varias personas distintas: policía que recoge la denuncia, juez, fiscal, médico, abogados, padres, psicólogo… La declaración evolucionará. Llegará el momento en el que el niño lo narrará casi como si de un cuento se tratare, y esta estructura podría poner en duda su credibilidad.


La regla básica señalada Manzanero es interferir de forma mínima durante la toma de declaración. Ésta tiene que ser con preguntas abiertas, empezar con una pregunta básica y general: «cuéntame lo que ha ocurrido»; y no utilizar preguntas que no orienten a una determinada respuesta.

No es posible evitar completamente las falsas memorias, aunque se pueden minimizar, por ejemplo avisando a los testigos de que se podría introducir información falsa a través de las preguntas. La forma de evitar que las preguntas sean sugerentes, es formulándolas sobre la base de lo ya mencionado por el testigo en su relato de forma espontánea, no sobre lo que la policía crea que sucedió. Si se introducen elementos nuevos en las preguntas, es posible que el testigo los incorpore a su memoria aunque nunca los viese (por ejemplo preguntarle por un camión cuando el testigo no ha mencionado ninguno).

Manzanero concluye que la prueba testifical es la más subjetiva. La psicología del testimonio no recomienda condenar a alguien únicamente a partir de un testimonio, para evitar «falsos culpables».

Falsas memorias por autosugestión o sugestión externa

Los recuerdos falsos que tienen su origen en la autosugestión, son debidos a que rellenamos los huecos de nuestra memoria con detalles que nos encajan en un contexto determinado, con hipótesis verosímiles de lo que podría haber sucedido en ese momento. Rellenamos con detalles inexistentes, con nuestras inferencias sobre los hechos. Además, para hacer nuestro relato más coherente, utilizamos también nuestro conocimiento previo, estereotipos, etcétera.

Explica Ovejero Bernal que «se ha producido un fallo en el control de la realidad, de forma que el sujeto no es capaz de distinguir una memoria real (percibida) de una memoria irreal (imaginada a partir de una sugestión o de inferencias)». Cuanto más tiempo transcurra desde el suceso, más difícil será que el sujeto pueda distinguir un recuerdo real del que no lo es.

De acuerdo con Ovejero Bernal «cuando alguien es testigo de un suceso y más tarde adquiere información sobre ese mismo suceso, puede ocurrir que la nueva información provoque alteraciones en su recuerdo del suceso».

Veamos a continuación la facilidad con la que puede modificarse la memoria a partir de información engañosa. La psicóloga Elisabeth Loftus fue la primera en estudiar el efecto de la información engañosa. Loftus y Palmer realizaron dos experimentos sobre la forma de hacer preguntas y la sugestión. En un primer experimento los sujetos visionaban siete vídeos de corta duración sobre accidentes de tráfico y después tenían que describir el accidente y responder a una serie de cuestiones. La cuestión clave pretendía comprobar si la forma de formular la pregunta afectaba a las estimaciones que hacían los sujetos sobre la velocidad a la que circulaban los coches. Todos los sujetos habían visto los mismos vídeos, pero la misma pregunta se formuló de cinco formas distintas: «¿A qué velocidad iba el coche cuando se estrelló/ chocó/ se cruzó/ colisionó/ entró en contacto?». Estos autores comprobaron que cuanto más «fuerte» era el verbo empleado en la pregunta, mayor era la media de la velocidad estimada por los sujetos: estrellarse 65km/h, chocar 63km/h, cruzarse 61km/h, colisionar 54km/h y entrar en contacto 51km/h. La velocidad de los coches en las películas visionadas estaba entre 32 y 60 km/h, pero simplemente con la forma de preguntar a los sujetos éstos recordaban de formas distintas.

Con su segundo experimento querían demostrar que pueden producirse cambios en la memoria de los sujetos como consecuencia de la sugestión de las preguntas. Presentaron un vídeo de una colisión entre dos coches a un grupo de nuevos sujetos: les pidieron que lo describieran y contestasen a una serie de preguntas, entre ellas la pregunta clave, relativa a la velocidad de los coches. Los verbos utilizados en este caso fueron sólo dos: «estrellarse» y «darse». Varios días después se volvió a preguntar a los sujetos por aspectos del vídeo del accidente; una de las preguntas era: «¿Vio usted algún cristal roto?». Aunque en el vídeo no aparecían cristales rotos, se esperaba que los sujetos que habían sido preguntados anteriormente con el verbo que expresaba mayor impacto, hubiesen estimado una velocidad más alta y, en consecuencia, creyesen recordar (con mayor frecuencia que los otros) la existencia de cristales por el impacto. Cuando se utilizó el verbo «estrellarse» los sujetos recordaron una velocidad más alta y, efectivamente, dijeron recordar los cristales rotos en mayor medida que los preguntados con el verbo «darse».

En un primer momento, los sujetos tenían en su memoria una representación del accidente, pero, al recibir información externa ̶en este caso a través de una pregunta̶ mezclaron ambos tipos de información, la percibida y la introducida por la pregunta. La información posterior influyó en la memoria del suceso.

Veamos ahora un recuerdo completamente falso, relatado por el psicólogo Jean Piaget sobre su propia infancia:

«Todavía puedo ver, con total claridad, la siguiente escena, la cual creía cierta hasta que tuve quince años. Estaba sentado en mi cochecito y mi niñera me paseaba por los Campos Elíseos, cuando un hombre intentó secuestrarme. Tenía un cinturón de seguridad que me sujetaba al coche, el cual me mantuvo allí mientras mi niñera, valientemente, intentaba protegerme del raptor. Ella recibió varios arañazos y todavía puedo ver vagamente en su rostro las cicatrices que le habían quedado. Luego se juntó una multitud, un policía con una corta capa y un bastón blanco, y el hombre huyó. Todavía puedo ver toda la escena, e incluso puedo situarla cerca de la estación de metro. Cuando tenía unos quince años, mis padres recibieron una carta de mi antigua niñera diciendo que se había enrolado en el Ejército de Salvación. Quería confesar sus errores pasados, y en particular, quería devolver el reloj que se le había dado como recompensa en dicha ocasión. Ella había inventado toda la historia del rapto, haciéndose ella misma los arañazos. Por consiguiente, yo debía haber escuchado cuando niño el relato de esa historia, en la cual mis padres creían, y la proyecté en mi pasado en forma de un recuerdo visual».

Percepción y memoria

Aunque todas las personas confiamos tanto en nuestra percepción como en nuestra memoria, ninguna de las dos es objetiva, sino que están muy vinculadas con nuestras preconcepciones o expectativas. No es posible, por tanto, hablar de memoria sin hablar de percepción. Esta confianza en nuestra percepción y recuerdos puede tener importantes consecuencias en el ámbito judicial. Paradójicamente, cuanto más pensamos en un recuerdo, más lo distorsionamos, pero a la vez más confianza generamos en él. A veces se producen errores ocasionales en nuestra memoria o percepción, más cuando estos errores son sistemáticos estaríamos hablando de sesgos.

Ovejero Bernal señala que «la percepción está lejos de ser algo neutro y objetivo: lo que percibimos dice más de quien percibe que del objeto percibido, pues utilizamos nuestra percepción para defender nuestras preconcepciones, nuestras creencias, nuestras expectativas e incluso nuestros intereses». A continuación se describen los sesgos de percepción y de memoria propuestos por este autor:

• Sesgo confirmatorio: «consiste en la tendencia a buscar información que confirme nuestras preconcepciones y creencias». Ovejero Bernal utiliza como ejemplo el caso de los varones que consideran que las mujeres son peores conductoras, y explica que esta afirmación no procede de la experiencia, sino de un prejuicio previo, que confirmarán fijándose más en los casos que, efectivamente, confirmen este prejuicio. Las infracciones cometidas por mujeres serán recordadas durante más tiempo que las cometidas por hombres, y se tenderá a restar importancia a las cometidas por éstos. «Un tiempo después no tendrán dudas: su experiencia en carretera les dice, sin ningún género de dudas, que las mujeres conducen mucho peor que los hombres».

• Sesgo de perseverancia en la creencia: «consiste en la persistencia de nuestras creencias y concepciones iniciales, incluso cuando los fundamentos en los que se basaban han quedado desacreditados». Lo que percibimos y la forma en la que lo interpretamos está muy condicionado por nuestras creencias y expectativas. El ejemplo que utiliza Ovejero en este caso es muy ilustrativo: «una vez que consideramos por qué un acusado podría ser culpable, incluso desafiando toda evidencia contraria (por ejemplo, después de una sentencia absolutoria), seguiremos pensando que tal persona bien podría haber realizado, o lo realizará en el futuro, el delito del que ha sido absuelto».

Como se vio en un experimento de Rothbart y Birrel, las personas son capaces de evaluar de distinta forma (cruel o simpática) la expresión facial de un sujeto, en una misma fotografía, según lo que se les había referido anteriormente sobre él.

• Sesgo de la visión retrospectiva: «es la tendencia a exagerar, después de conocer el resultado, la capacidad que tenemos para prever la forma en que algo sucedió». Sería el típico «ya lo decía yo». Una vez que algo ha ocurrido tendemos a creer que era muy probable que fuese así, aunque en realidad antes no fuese tan evidente. El ejemplo del autor en este caso es que después de conocer un descubrimiento la mayoría afirmarían que esperaban ese resultado: «Los psicólogos sociales han encontrado que, a la hora de elegir nuestros amigos o de enamorarnos, somos atraídos más por personas cuyos rasgos son similares a los nuestros».

• Sesgo de la confianza excesiva: «es la tendencia a sobreestimar la precisión de nuestros juicios y de nuestras creencias». Con frecuencia creemos que tenemos razón aunque no sea así.

• Sesgo de la ilusión de control: «sobreestimar el grado de controlabilidad que creemos tener».

• Correlación ilusoria: «consiste en percibir una relación de causa-efecto allí donde no existe, ya que cuando esperamos ver relaciones significativas, con facilidad asociamos acontecimientos azarosos». Un ejemplo de ello podrían ser las supersticiones.

• Sesgo de tasa base: «es la tendencia a ignorar o a subemplear la información que describe a la mayoría de los casos y en su lugar ser influidos por características distintivas del caso concreto que se está juzgando». El ejemplo que pone Ovejero es el caso de una persona que quiere comprar un coche, y compara las estadísticas de fiabilidad de distintos modelos. Aunque según las estadísticas la fiabilidad de un determinado modelo destaque por encima del resto, no compraremos ese modelo de coche si conocemos a alguien a quien, excepcionalmente, ese modelo le haya dado problemas.


No percibimos las cosas exactamente como son, sino que lo que percibimos puede diferir de cómo lo perciben otros y de la realidad de los hechos. Hay una participación activa, una interpretación. Lo mismo ocurre con nuestra memoria: reconstruimos la realidad y no la reflejamos tal y como es.

La exactitud de la memoria y la credibilidad

Dice Manzanero que «sólo comparando las declaraciones con una grabación en vídeo de los sucesos podemos valorar objetivamente la realidad de las primeras. Pero entonces no hablaríamos de credibilidad, sino de exactitud». Para este autor la credibilidad es «la evaluación subjetiva de la exactitud de las manifestaciones de los testigos». La credibilidad se valora con una serie de parámetros que pretenden establecer si la declaración cumple con las características que se esperan en una declaración real, o con las de una declaración que no lo es (no sólo mentira, sino también falsas memorias).

Ovejero define a su vez la credibilidad de la siguiente manera: «se refiere al hecho de que creamos que lo que dice el testigo es ciertamente o con seguridad lo que ocurrió realmente». Para éste la exactitud se refiere a que el testigo sea capaz de reproducir los hechos de forma completa y correcta, tal como los presenció. Similar es la definición que le da Manzanero a la exactitud «cuanto una determinada declaración se ajustaría a la realidad», «la ausencia de errores».

A la hora de recordar un hecho la memoria primero lo codifica, lo almacena y, por último, lo recupera. En función de la fase en la que nos encontremos, Ovejero Bernal señala los factores que influyen en la exactitud de la memoria:

Factores de codificación

a) Factores del testigo:

• Sexo/género: «tenemos que decir que generalmente el sexo no afecta a la memoria de los testigos. Sin embargo, lo que sí puede marcar diferencias es el género. Así, por ejemplo, hombres y mujeres pueden recordar de forma muy diferente una violación de la que fueron testigos». (El autor no aclara la distinción entre sexo y género. A nuestro juicio, el uso que hace de los términos entra en contradicción con el uso general del español documentado por la RAE y con su normativa, por lo que este apartado no queda del todo claro, ya que los términos no aparecen definidos).

• Edad: «No parece que los niños tengan más dificultades que los adultos en distinguir realidad y fantasía, ni que sean mucho más susceptibles a la sugestión». Señala Ovejero que a los niños les afecta más la presión y el estrés de la situación, lo que podría llevar a más falsas identificaciones cuando el autor no está presente en la rueda. De cualquier forma hay que considerar la edad y el desarrollo cognitivo del niño testigo.

En el caso de las personas ancianas, si bien es posible que algunas de sus facultades esté menguada (señala Ovejero la vista o el oído), y tengan más problema para recordar detalles concretos, son más prudentes y recuerdan igual datos concretos que las personas más jóvenes.

• Etnia: resulta más sencillo reconocer rostros de la propia etnia.

• Expectativas y estereotipos: la apariencia física nos influye, somos más condescendientes con personas atractivas y, relacionamos las malas conductas con personas que encajan con nuestros prejuicios. (Si pensamos en el caso de un violador ¿acaso nos lo imaginamos como alguien atractivo?).

• Entrenamiento: haciéndose eco de Loftus, Ovejero Bernal concluye que, si fuera cuestión de entrenamiento, los policías más experimentados serían mejores realizando reconocimientos que aquellos con menor experiencia y, sin embargo, no es así. La profesión del testigo no influye de forma significativa a la hora de identificar una cara. Lo que sí es posible es que la descripción realizada por un policía sea más completa, si está habituado a realizar descripciones de sospechosos.

• Estrés y ansiedad: los recursos cognitivos se reducen cuando se experimenta un alto grado de ansiedad. Solemos centrar nuestro foco atencional en lo que nos resulta más relevante, no pudiendo prestar atención a distintos estímulos a la vez.

b) Factores de la situación o del suceso:

• Duración: la duración de un suceso violento suele ser breve. Si tenemos poco tiempo para percibir y asimilar la información, nuestro recuerdo será más vago. Es habitual que los testigos crean que la situación se prolongó durante más tiempo del que duró en realidad (especialmente si la situación era estresante u ocurrieron muchas cosas en poco tiempo).

• Realce de los detalles: «Un detalle que destaca mucho suele hacer que los otros detalles pasen desapercibidos». El ejemplo que pone Ovejero es el caso de fijarse en un enorme cuchillo y no en la cara de quien lo lleva. (Otín del Castillo llama a este factor «focalización en el arma» porque la atención se focaliza sobre el arma a causa del estrés).

• Condiciones de la luz y la distancia: es menos fiable un testimonio de alguien que se encontraba a una gran distancia y de noche, que el de alguien que tenía una mejor visibilidad de los hechos.

Apunta al respecto Otín del Castillo que «los testigos presenciales que sufren un cambio brusco de un estado de iluminación a otro durante el suceso pueden tener dificultades para ver con exactitud lo que ocurre». Se refiere a la adaptación a la oscuridad o a la luz, siendo ésta más rápida según el autor.

• Familiaridad: «el grado de conocimiento sobre los estímulos afecta de forma importante a nuestro posterior recuerdo sobre ellos, en el sentido de que un mayor conocimiento sobre aquello que se memoriza permite poder organizar el conocimiento en unidades de memoria mayores y más interrelacionadas, y facilita la realización de un procesamiento más profundo de la información».

• Tipo de suceso: lo inusual capta más nuestra atención que aquello que es rutinario.

• Violencia: los sucesos más violentos tienden a recordarse peor que otros más neutros. La causa de esto puede ser el estrés que se genera en el testigo al presenciarlo. El nivel de estrés podría estar influido por la personalidad del sujeto y, según algunos estudios, en el caso de los policías por su experiencia profesional (la experiencia modularía su estrés y recordarían mejor los hechos).

• Frecuencia: cuando alguien es víctima de un delito de forma reiterada recordará más detalles que si éste se produce sólo en una ocasión. A la vez, quien sufre un delito de forma reiterada es posible que mezcle acontecimientos o detalles de las distintas ocasiones en las que tuvo lugar.

• Número de agresores: más personas a identificar suele traducirse en un mayor número de errores. También puede confundirse a espectadores con autores.

• Peculiaridad del rostro del culpable: un rostro atípico se reconocería mejor probablemente porque se codifique mejor.

Factores de retención y recuperación

• Efectos de la demora: cuanto más tiempo pase desde los hechos peor los recordaremos.

• Recuperación múltiple: apunta Ovejero que «cuantas más veces y durante más tiempo se repase un recuerdo, más se retendrá pero también con más errores, a la vez que más difícil será admitir la existencia de tales errores».

A este respecto Manzanero, López y Contreras concluyen que «desde una perspectiva aplicada, podemos afirmar que el procedimiento de mostrar a los testigos de un suceso diferentes ruedas de identificación incrementa la probabilidad de error». Estos autores señalan la necesidad de valorar con precaución las identificaciones realizadas por testigos que han participado en varias ruedas de identificación. El hecho de ver a un sospechoso en otras ruedas o fotografías, incrementa la sensación de familiaridad en el testigo y podría identificarlo erróneamente como el autor de los hechos presenciados. Estos mismos autores proponen que «los sujetos son capaces de valorar el tipo de experiencia de recuperación, podría ser de utilidad pedir a los testigos ante una prueba de identificación en rueda que informaran sobre el tipo de experiencia de recuperación que les lleva a tomar la decisión, valorando si es porque lo recuerdan (identificación) o porque les suena (familiaridad)».

• Información postsuceso: el testigo puede incorporar a su memoria información de los medios de comunicación u otras fuentes, y darla en su declaración como si proviniese de su recuerdo. Varios testigos de los hechos que se hayan relacionado pueden narrar los mismos datos erróneos (es lo que Ovejero llama «contagio» de información).

• Formato de recuperación o toma de declaración a los testigos: La narración libre de lo ocurrido es más exacta y contiene menos distorsiones, pero probablemente contenga menos detalles que el formato interrogativo, el cual, en su contra, tiene más distorsiones. En una atmósfera cordial, los testigos tienden a aportar más y mejor información que en una atmósfera tensa (especialmente cuando se trata de niños). Ayuda a mejorar la exactitud de la declaración que el orden de las preguntas se corresponda con la secuencia cronológica del suceso. Introducir información falsa en las preguntas podría producir que el testigo la incorpore a su recuerdo. Considera Ovejero que «la hipnosis no ha demostrado ser una herramienta demasiado útil para interrogar a los testigos».

• Transferencia inconsciente: se produce cuando el testigo o la víctima confunde con el autor de los hechos a una persona vista en otro momento, o en el propio suceso. Citando a Loftus, Ovejero señala que una cara podría ser más fácil de recordar que el lugar donde fue vista.

• Identificación de fotografías: el testigo puede confundirse si ha visto a la misma persona a través de los medios de comunicación o si la fotografía ha sido vista con anterioridad. Cuanto mayor es el número de fotografías que el testigo o la víctima debe ver antes de la del autor, mayor es la probabilidad de una identificación errónea, ya que estas interfieren con la memoria original.


Referencias bibliográficas

Bernal, A. O. (2009). Fundamentos de psicología jurídica e investigación criminal. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca.

Castillo, J. M. (2013). Psicología Criminal técnicas aplicadas de intervención e investigación policial. Valladolid: Thomson Reuters Lex Nova.

Manzanero, A. L. (2010). Memoria de Testigos: Obtención y valoración de la prueba testifical. Madrid: Pirámide.

Manzanero, A. L, López, B. y Contreras, M. J. (2009). Efectos de interferencia en el reconocimiento de personas: exactitud, discriminabilidad y sesgo de respuesta. En F. Fariña y otros (Eds.), Psicología Jurídica. Sociedad Española de Psicología Jurídica y Forense.

Manzanero, A. L., & Diges, M. (1993). Evaluación subjetiva de la exactitud de las declaraciones de los testigos: la credibilidad. Anuario de Psicología Jurídica(3), 7-27.


Enlaces externos

UNED Radio: Falsa Memoria (Alicia Rodríguez Núnez y Antonio L. Manzanero)

Página web de Antonio L. Manzanero

Blog de Antonio L. Manzanero

«La memoria es un mal testigo»

Proyecto Inocencia

Behavior & Law

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